martes, 15 de enero de 2019



Le rêve européen: la sur de las fronteras


A principios del mes de octubre, se produjo un hito de más que dudable celebración: se batió el récord histórico de entrada ilegal de personas por vía marítima a través de la frontera sur. El título de este acontecimiento no se ha alargado intencionadamente con un sentido estético; es, en efecto, el máximo histórico en lo que se refiere a entrada de personas por el sur de España en las embarcaciones que comúnmente conocemos como pateras. Mas los números absolutos no convergen con el alarmismo que se han extendido desde algunos sectores de la política y de los medios de comunicación: a falta de datos oficiales para 2018, el número de inmigrantes llegados a España, que mantiene un dato creciente, sigue sin superar los datos previos a la crisis económica.

Desde aquí no se pretende negar que ha habido un repunte de las entradas ilegales, concretamente, a través de las fronteras meridionales. Los datos acumulados que ha publicado el Ministerio del Interior confirman que habían llegado 53.382 personas a 30 de octubre de 2018[1]; aproximadamente la mitad de todas las entradas ilegales en países de la Unión Europea (107.535[2], a 13 de noviembre de 2018). ¿Son ciertas las alarmas entonces? Depende. Si nos fijamos en el número total de llegadas y la “capacidad de absorción” de estos flujos de personas por las sociedades de acogida nos daremos cuenta del ventajismo político que intentan sacar algunos partidos: solo durante el mes de octubre de 2015 llegaron a la UE más del doble de personas que en todo lo que llevamos de año[3]. Por el contrario, si cambiamos ponemos nuestra mirada un poquito más al sur, veremos que la situación es, al menos, preocupante: más de 2.000 personas han perdido la vida o han sido desaparecidas intentando llegar a suelo europeo. En efecto, las fronteras sur de nuestros países se han convertido en el mayor cementerio de migrantes de todo el planeta, pues 2 de cada 3 muertes se produjeron en el mar Mediterráneo[4] . No obstante, debemos mirar (aún) más al sur, ¿por qué sigue viviendo gente a pesar de los riegos y si, para colmo, cada vez a Europa le cuesta más dar la bienvenida a l@s nuev@s?

Las respuestas han convergido en los últimos tiempos: huyen de guerras y/o persecuciones. Sin duda, estos han sido los factores principales de la denominada “mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”; quizás incluso siguen siéndolo, como muestra el hecho que las principales nacionalidades de migrantes que han llegado en este 2018 hayan sido -por este mismo orden- la guineana, la siria y la marroquí; la persecución de las fuerzas de Alpha Condé a la etnia peul, la guerra en Siria y el conflicto del Rift se tornan, al menos parcialmente, como las razones de mayor peso para que estas personas dejen sus países de origen.

Estamos relegando a un segundo plano, sin embargo, el motivo principal de los desplazamientos de personas a lo largo de la Historia: mejorar las condiciones de vida. L@s denominados “migrantes económic@s”, se han visto despreciados incluso por sectores a prori menos reacios a acoger personas; puede parecer una cuestión de prioridades, pero en alguna manera subyace un sentimiento de culpa y pena hacia las guerras, que no se despiertan cuando hablamos de las desigualdades. No somos conscientes hasta qué punto nos atañe la situación económica de tales países. Pero es que muchas veces no son conscientes ni l@s propias migrantes.

El Hadj (nombre ficticio) es un joven senegalés que llegó hace un mes al puerto de Motril, tras ser rescatado de una patera. No habla demasiado francés, ya que nunca asistió a la escuela; en su pequeño pueblo costero, su familia se ha dedicado a la pesca desde tiempos inmemoriales. Gracias a la traducción de otro chico que también habla wolof, me consigue explicar su viaje, el cual me sorprende gratamente por la rapidez (muchas personas pueden tardar incluso años, pasando unas penurias que muchas de nosotras seríamos incapaces de concebir): apenas un par de semanas. Me cuenta como en su aldea, tuvieron que vender la embarcación con la que salían a faenar para poder financiar su viaje; al solo haber dinero suficiente para uno, se eligió al primogénito para emprender tal aventura. La presión es enorme; su amplia familia ha perdido la única forma de ganarse la vida. Tampoco podían hacer mucho más. Desde hace algún tiempo, cada vez que regresan a tierra, los agentes de costas le obligan a devolver al mar todo lo capturado. Me ha llamado la atención el elevado nivel de francés de nuestro traductor; Souleymane (nombre ficticio) me cuenta que había llegado a comenzar la universidad en Dakar, pero que, sin embargo, ante la falta de perspectivas de futuro, había decido dejarlo todo para “jugar al balón”. Una apuesta arriesgada. Según nos adentramos en la ciudad de Madrid, miran maravillados su skyline; un tercer chico menciona lo bien que trabajamos l@s europe@s. En su Conakry natal, edificios tan altos y un firme de la carretera tan regular es impensable. Indudablemente, empiezan a sentir aquello que les habían contado: ha comenzado su rêve européen (sueño europeo).

Una vez aparco mi coche, no puedo evitar que la situación me evoque a Kapuscinski. El periodista polaco sostenía que había notado una admiración y miedo en las poblaciones africanas hacia el hombre blanco europeo pues, al fin y al cabo, ellos llegaron en un número inferior pero, gracias a su unidad y su trabajo en equipo, habían conseguido hacerse con el control de sus tierras sin mayores problemas; después, ese halo de deidad se rompió cuando tuvieron que combatir a la Alemania nazi y vieron la realidad que sucedía en Europa: el sueño europeo era más bien una pesadilla. Quizás eso influyera en los posteriores movimientos descolonizadores.

Quizás un día la familia de El Hadj sepa que el veto a la pesca que les hacía morirse de hambre se debía a los acuerdos de pesca entre la UE y Senegal[5]; es posible que Souleymane comprenda que es injusto que tenga que rifar su futuro y que debería poder ser algo más que futbolista o músico; y, desde luego, con los materiales y la tecnología adecuadas las calles de Conakry lucirían de otra manera muy distinta, aunque estén hechas por trabajador@s guinean@s. Finalmente, la situación de pobreza de determinadas zonas del planeta no responde a la lógica coyuntural de las guerras. Por desgracia, la tendencia a la desigualdad que desde los años 80 del siglo pasado a introducido la hegemonía neoliberal está teniendo consecuencias estructurales. ¿Debemos sentirnos culpables? Nada más lejos, aunque sí solidarios. Por complicado que parezca, no podemos permitir que el empeoramiento de nuestras condiciones de trabajo y de vida nos haga rechazar a aquellos que vienen de unas aún peores. Como decía Thomas Sankara: “las masas populares en Europa no son opuestas a las africanas. Sino que quieren explotar África, son las mismas que explotan Europa. Tenemos un enemigo común”. 

Iniciativa Periferia es una asociación creada por jóvenes activistas locales, en su mayoría residentes en el distrito de Ciudad Lineal. Trabajamos para crear una sociedad en las que aquell@s considerad@s en riesgo de exclusión social puedan tener voz y capacidad de decisión sobre sus vidas. Si quieres colaborar como sea: ¡te estamos esperando!



[1] Ministerio del Interior (2018). Inmigración Irregular. Informe Quincenal. Datos acumulados del 1 de enero al 30 de octubre de 2018. Madrid.
[2] https://data2.unhcr.org/en/situations/mediterranean
[3] https://data2.unhcr.org/en/situations/mediterranean
[4] https://www.abc.es/internacional/abci-tercios-migrantes-muertos-2018-mundo-ahogaron-mediterraneo-201807241504_noticia.html
[5] https://www.eldiario.es/cultura/UE-Senegal-acuerdo-beneficiara-europeos_0_326517886.html

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