Le rêve européen: la sur de las fronteras
A principios del mes de octubre, se
produjo un hito de más que dudable celebración: se batió el récord histórico de
entrada ilegal de personas por vía marítima a través de la frontera sur. El título
de este acontecimiento no se ha alargado intencionadamente con un sentido
estético; es, en efecto, el máximo histórico en lo que se refiere a entrada de
personas por el sur de España en las embarcaciones que comúnmente conocemos
como pateras. Mas los números
absolutos no convergen con el alarmismo que se han extendido desde algunos
sectores de la política y de los medios de comunicación: a falta de datos
oficiales para 2018, el número de inmigrantes llegados a España, que mantiene
un dato creciente, sigue sin superar los datos previos a la crisis económica.
Desde aquí no se pretende negar que
ha habido un repunte de las entradas ilegales, concretamente, a través de las
fronteras meridionales. Los datos acumulados que ha publicado el Ministerio del
Interior confirman que habían llegado 53.382 personas a 30 de octubre de 2018[1];
aproximadamente la mitad de todas las entradas ilegales en países de la Unión
Europea (107.535[2],
a 13 de noviembre de 2018). ¿Son ciertas las alarmas entonces? Depende. Si nos
fijamos en el número total de llegadas y la “capacidad de absorción” de estos
flujos de personas por las sociedades de acogida nos daremos cuenta del
ventajismo político que intentan sacar algunos partidos: solo durante el mes de
octubre de 2015 llegaron a la UE más del doble de personas que en todo lo que
llevamos de año[3].
Por el contrario, si cambiamos ponemos nuestra mirada un poquito más al sur,
veremos que la situación es, al menos, preocupante: más de 2.000 personas han
perdido la vida o han sido desaparecidas intentando llegar a suelo europeo. En
efecto, las fronteras sur de nuestros países se han convertido en el mayor
cementerio de migrantes de todo el planeta, pues 2 de cada 3 muertes se produjeron
en el mar Mediterráneo[4] .
No obstante, debemos mirar (aún) más al sur, ¿por qué sigue viviendo gente a
pesar de los riegos y si, para colmo, cada vez a Europa le cuesta más dar la
bienvenida a l@s nuev@s?
Las respuestas han convergido en
los últimos tiempos: huyen de guerras y/o persecuciones. Sin duda, estos han
sido los factores principales de la denominada “mayor crisis humanitaria desde
la Segunda Guerra Mundial”; quizás incluso siguen siéndolo, como muestra el
hecho que las principales nacionalidades de migrantes que han llegado en este
2018 hayan sido -por este mismo orden- la guineana, la siria y la marroquí; la
persecución de las fuerzas de Alpha Condé a la etnia peul, la guerra en Siria y
el conflicto del Rift se tornan, al menos parcialmente, como las razones de
mayor peso para que estas personas dejen sus países de origen.
Estamos relegando a un segundo
plano, sin embargo, el motivo principal de los desplazamientos de personas a lo
largo de la Historia: mejorar las condiciones de vida. L@s denominados
“migrantes económic@s”, se han visto despreciados incluso por sectores a prori menos reacios a acoger personas;
puede parecer una cuestión de prioridades, pero en alguna manera subyace un
sentimiento de culpa y pena hacia las guerras, que no se despiertan cuando
hablamos de las desigualdades. No somos conscientes hasta qué punto nos atañe
la situación económica de tales países. Pero es que muchas veces no son
conscientes ni l@s propias migrantes.
El Hadj (nombre ficticio) es un joven
senegalés que llegó hace un mes al puerto de Motril, tras ser rescatado de una
patera. No habla demasiado francés, ya que nunca asistió a la escuela; en su
pequeño pueblo costero, su familia se ha dedicado a la pesca desde tiempos
inmemoriales. Gracias a la traducción de otro chico que también habla wolof, me
consigue explicar su viaje, el cual me sorprende gratamente por la rapidez
(muchas personas pueden tardar incluso años, pasando unas penurias que muchas
de nosotras seríamos incapaces de concebir): apenas un par de semanas. Me
cuenta como en su aldea, tuvieron que vender la embarcación con la que salían a
faenar para poder financiar su viaje; al solo haber dinero suficiente para uno,
se eligió al primogénito para emprender tal aventura. La presión es enorme; su
amplia familia ha perdido la única forma de ganarse la vida. Tampoco podían
hacer mucho más. Desde hace algún tiempo, cada vez que regresan a tierra, los
agentes de costas le obligan a devolver al mar todo lo capturado. Me ha llamado
la atención el elevado nivel de francés de nuestro traductor; Souleymane
(nombre ficticio) me cuenta que había llegado a comenzar la universidad en
Dakar, pero que, sin embargo, ante la falta de perspectivas de futuro, había
decido dejarlo todo para “jugar al balón”. Una apuesta arriesgada. Según nos
adentramos en la ciudad de Madrid, miran maravillados su skyline; un tercer chico menciona lo bien que trabajamos l@s
europe@s. En su Conakry natal, edificios tan altos y un firme de la carretera
tan regular es impensable. Indudablemente, empiezan a sentir aquello que les
habían contado: ha comenzado su rêve
européen (sueño europeo).
Una vez aparco mi coche, no puedo
evitar que la situación me evoque a Kapuscinski. El periodista polaco sostenía
que había notado una admiración y miedo en las poblaciones africanas hacia el
hombre blanco europeo pues, al fin y al cabo, ellos llegaron en un número inferior
pero, gracias a su unidad y su trabajo en equipo, habían conseguido hacerse con
el control de sus tierras sin mayores problemas; después, ese halo de deidad se
rompió cuando tuvieron que combatir a la Alemania nazi y vieron la realidad que
sucedía en Europa: el sueño europeo era más bien una pesadilla. Quizás eso
influyera en los posteriores movimientos descolonizadores.
Quizás un día la familia de El Hadj
sepa que el veto a la pesca que les hacía morirse de hambre se debía a los
acuerdos de pesca entre la UE y Senegal[5];
es posible que Souleymane comprenda que es injusto que tenga que rifar su futuro
y que debería poder ser algo más que futbolista o músico; y, desde luego, con
los materiales y la tecnología adecuadas las calles de Conakry lucirían de otra
manera muy distinta, aunque estén hechas por trabajador@s guinean@s.
Finalmente, la situación de pobreza de determinadas zonas del planeta no
responde a la lógica coyuntural de las guerras. Por desgracia, la tendencia a
la desigualdad que desde los años 80 del siglo pasado a introducido la
hegemonía neoliberal está teniendo consecuencias estructurales. ¿Debemos
sentirnos culpables? Nada más lejos, aunque sí solidarios. Por complicado que
parezca, no podemos permitir que el empeoramiento de nuestras condiciones de
trabajo y de vida nos haga rechazar a aquellos que vienen de unas aún peores.
Como decía Thomas Sankara: “las masas populares en Europa no son opuestas a las
africanas. Sino que quieren explotar África, son las mismas que explotan
Europa. Tenemos un enemigo común”.
Iniciativa
Periferia es una asociación creada por jóvenes activistas locales, en su
mayoría residentes en el distrito de Ciudad Lineal. Trabajamos para crear una
sociedad en las que aquell@s considerad@s en riesgo de exclusión social
puedan tener voz y capacidad de decisión sobre sus vidas. Si quieres
colaborar como sea: ¡te estamos esperando!
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[1] Ministerio del
Interior (2018). Inmigración Irregular. Informe Quincenal. Datos
acumulados del 1 de enero al 30 de octubre de 2018. Madrid.
[2] https://data2.unhcr.org/en/situations/mediterranean
[3] https://data2.unhcr.org/en/situations/mediterranean
[4] https://www.abc.es/internacional/abci-tercios-migrantes-muertos-2018-mundo-ahogaron-mediterraneo-201807241504_noticia.html
[5] https://www.eldiario.es/cultura/UE-Senegal-acuerdo-beneficiara-europeos_0_326517886.html
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